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Qué envidia dan los alumnos de derecho de Universidad de Seattle. En mi no tan lejana época universitaria, quien quería aprobar el examen se veía obligado a deglutir montañas de apuntes y libros jurídicos, ascender en pocos meses verdaderos himalayas de doctrina y jurisprudencia e intentar comprender conceptos como la anticresis o el censo enfitéutico, entre otras misteriosas instituciones, todo ello sin ayuda extraterrestre. Salvo en alguna disciplina aislada, ni un caso práctico que amenizara el viaje.
Para mayor desesperación, muchas figuras jurídicas, cargadas de polvo decimonónico, resultaban el novamás del tedio. ¿Qué interés puede tener para un universitario urbanita y tecnófilo el contenido del artículo 613 del Código Civil (“Las palomas, conejos y peces, que de su respectivo criadero pasaren a otro perteneciente a distinto dueño, serán propiedad de éste, siempre que no hayan sido atraídos por medio de algún artificio o fraude.”)?
Pues bien, he aquí una demostración de que cabe enseñar, y aprender, derecho civil sin un solo bostezo. Elizabeth Townsend nos cuenta cómo ha encargado a sus estudiantes de primero unas prácticas en Second Life. Se trata de estudiar desde dentro cómo se trasladan las leyes que rigen la propiedad física a la propiedad virtual, y cómo se traducen los conceptos de dominio, arrendamiento, usufructo, etc. el nuevo entorno digital. ¿Quién dijo que el Derecho es aburrido?
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