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Una propuesta para la candidatura de Cremades al decanato del ICAM


Estamos en plena carrera electoral para las elecciones del próximo 14 de diciembre, que marcarán el futuro del Colegio de Abogados de Madrid. Del interés que este oficio tiene por la Red da idea el hecho de que de las numerosas candidaturas promulgadas, solamente una de ellas cuenta con web oficial, seuo.

Se trata del equipo encabezado por Javier Cremades (autor, por cierto, con un guadianesco blog), que me ha llamado la atención por sus promesas de modernización tecnológica de la profesión y su idea de creación de una comunidad de abogados 2.0. Su plataforma digital para la campaña se atreve incluso con algún vídeo de presentación y cierto grado de interacción con los lectores y potenciales electores. De hecho, el último punto de su decálogo programático se titula “Tu propuesta”.

Recogiendo tan cibernético guante, me permito apuntar aquí la mía, que es más bien una antipropuesta, o propuesta a la inversa. Acierta Cremades cuando propone rebajar las cuotas, proporcionar una base de datos jurídica a todos los colegiados, crear una red de prácticas para abogados fuera de España, mejorar la remuneración del turno de oficio, etc. Para todo eso debe servir un colegio de abogados. Pero, ¿para qué no sirve?

La corporación madrileña, como muchos otras, padece la clásica enfermedad burocrática que se define con un irónico brocardo: “el órgano crea la función”. La proliferación de departamentos y negociados, que ha convertido a la institución en un elefante burocrático, acaba exigiendo - como siempre ocurre con los órganos administrativos cuando no se les pone freno – un buen surtido de competencias, funciones y potestades para justificar su propia existencia.

Si Cremades propone rebajar las cuotas con las que los abogados sufragamos la institución, tendrá que explicar la parte menos amable de la iniciativa, esto es, cómo y dónde va a recortar gastos y/o reducir funciones colegiales. De momento, podría empezar por todo lo que resulta superfluo y ajeno a la verdadera misión de una corporación profesional como la nuestra. ¿Qué pinta un colegio de abogados organizando (y sufragando) concursos de pintura, valga la redundancia? ¿No están para eso las academias y asociaciones de bellas artes? ¿Qué hace un colegio de abogados metido a editor (y subvencionador) de libros jurídicos? ¿No están para eso las editoriales? ¿Qué se le ha perdido al colegio en la cima del Toubkal? Para organizar intrépidas expediciones, ¿no están ya las federaciones o asociaciones deportivas?

El nuevo decano habría de fijarse como prioridad designar algún responsable análogo a aquel ministro brasileño de la Desburocratizaçao, una función racionalizadora que parece un oxímoron pero es, hoy, más bien una necesidad.



Por javier muñoz, 13 November 2007
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