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Ahora que la crisis arrecia, el respetable está divorciándose menos, seguramente asustado ante los inevitables costes del proceso y en particular ante la peliaguda perspectiva de vender la casa en plena hecatombe inmobiliaria y poder partir peras como es debido. La vivienda conyugal suele ser una propiedad proindivisa, es decir, que por definición no se puede dividir con una sierra.
Salvo que usted viva en Camboya y haga como estos aguerridos y salomónicos excónyuges, que decidieron dividirse la casa literalmente. La porción de la foto es la que ha correspondido a la esposa, mientras que el esposo se ha mudado con su trozo a otro barrio de la ciudad.
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