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El lector curioso seguramente recordará el caso del senador estadounidense que demandó a Dios por causar 'catástrofes' en el mundo.
No nos referimos a la entidad mercantil de la foto, cuyos gerentes no andan precisamente escasos de autoestima, ni a ninguna de las reclamaciones interpuestas contra Google, el coloso de Internet cuyo poder sobre mentes y almas ya recibe frecuentes analogías con el Altísimo, sino a una reclamación interpuesta directamente contra el Todopoderoso.
En su escrito, el senador acusaba a Dios de haber causado "espantosas inundaciones, egregios terremotos, horrendos huracanes, terroríficos tornados, perniciosas plagas, feroces hambrunas, devastadoras sequías, y guerras genocidas".
Hoy nos enteramos (¡gracias, Miguel Ángel!) de que un juez ha rechazado finalmente la demanda, por un motivo procesal bastante comprensible: no hay manera de encontrar al Demandado (aquí, sí, con mayúscula) en un domicilio concreto y por tanto, de seguir adelante el pleito Aquel sufriría indefensión.
Todo parece un gran chiste del senador para llamar la atención sobre las deficiencias del sistema judicial estadounidense, donde cualquiera puede demandar literalmente a cualquiera y plantear las peticiones más estrafalarias.
El problema del demandante, a mi modo de ver, es que ha escogido mal el foro. ¿A quién se le ocurre acudir a la justicia nebrasqueña para formular una demanda tan manifiestamente insostenible? ¿Por qué no la presentó ante el juez Garzón? ¿No sabe que de las investigaciones del indómito magistrado español no se libra ni Dios?
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