Una de las más clásicas serpientes informativas del invierno es la que, en época de juguetes, vincula el aumento de las ventas de videojuegos con el de la violencia juvenil.

Este tópico, tan cansino como los torneos futbolísticos de Navidad, sostiene una relación causa-efecto entre los juegos virtuales, que simulan la violencia, y las peleas y homicidios callejeros, donde la violencia es muy real.

Aunque la cosa tiene poco fundamento científico, hay quien se lo toma muy en serio, e incluso pretende vivir de ello. Jack Thompson, un abogado de Florida viene demandando a fabricantes de videojuegos por su presunta responsabilidad en delitos cometidos por jugadores inspirados por sus productos.

Pero en su último pleito, tras demandar al fabricante de Grand Theft Auto por inducir supuestamente a un jugador a disparar a un policía en Alabama, el burlador ha terminado burlado. La demanda era tan insostenible que el propio tribunal no sólo la ha rechazado, sino que ha inhabilitado al letrado para ejercer en esa jurisdicción por temeridad manifiesta.

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