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He aquí una noticia que combina la picaresca jurídica con el arte escapista de Houdini y nos dice mucho sobre la condición humana y el instinto de supervivencia. Una mujer condenada a la pena de muerte en Vietnam por tráfico de drogas ha conseguido librarse de su ominoso destino, tras agotar todos los recursos judiciales, con un método que ni el letrado más mañoso podía imaginar.
Nguyen Thi Oanh, que así se llama la pobre criatura, esperaba su cita con el pelotón de fusileros en una celda de aislamiento de una prisión de Hanoi. En el último minuto, cuando ya estaba el patio listo y los verdugos estaban engrasando sus armas, saltó la sorpresa: ¡Nguyen está embarazada!
Con arreglo al artículo 35 del Código Penal vietnamita, no puede aplicarse la pena capital a las mujeres embarazadas ni a las madres de hijos menores de tres años. Por tanto, la pena capital ha sido conmutada por la cadena perpetua.
Las autoridades dicen ahora que están investigando cómo es posible que se produjera el embarazo de una presa que estaba sujeta al más estricto régimen de confinamiento. Ah, misterios de la madre naturaleza. Entretanto, el bebé puede sentirse orgulloso. Tan solo naciendo ha salvado la vida a su propia madre.
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