Premio a la Memez Jurídica 2006
Ya tenemos ganador del premio a la
Memez Jurídica de 2006, en su categoría ‘Justificaciones majaderas al terrorismo”. Se trata de las “fuentes independentistas vascas” que han declarado a la agencia AFP que ETA “no tenía intención de matar” en el
atentado del sábado en el aeropuerto, sino que quería “llamar la atención” del gobierno español sobre el bloqueo del proceso de paz. De confirmarse la muerte de dos ecuatorianos, serían
“víctimas accidentales” porque ETA había prevenido con antelación de esta explosión para permitir la evacuación del estacionamiento donde explotó la bomba.
Está claro que los acreedores del galardón no pasaron por la Facultad de Derecho, y si lo hicieron, no les cundió mucho. Hay dolo eventual cuando el sujeto se representa la posibilidad de un resultado que no desea pero cuya producción ratifica en última instancia. Es evidente que a los etarras sabían que era probable que colocar una furgoneta cargada de explosivo en un aparcamiento tuviese alguna consecuencia letal, y que hubiesen procedido de la misma manera aun cuando la hubiesen previsto como segura.
Los recogenueces habituales dirán que los terroristas actuaron, como mucho, de forma imprudente o negligente, es decir, de manera descuidada a la hora de planificar el atentado. Aluden, sin mencionarla, a la categoría penal de la culpa consciente: el sujeto se representa mentalmente el resultado que conllevan sus actos, pero cree que ese resultado no llegará a producirse porque valora erróneamente las circunstancias. Es decir, que los etarras actuaron meramente con un exceso de confianza al creer que con sus llamadas de aviso antes de la explosión podrían evitarse víctimas humanas.
Pero esta tesis – por llamarla de alguna manera – yerra en que olvida un factor más que concurre en este caso, cual es el desinterés de los etarras sobre si el resultado mortal se produce finalmente o no. O sea, que colocaron la bomba asumiendo, aceptando que provocase algún muerto, alguna víctima, por tanto nada accidental.
Dudo que estas disquisiciones, que ocupan libros enteros de doctrina, interesen demasiado a nuestros galardonados, que están a otra cosa. Pero ahí queda el premio, que desde aquí entregamos virtualmente como triste homenaje a las dos nuevas víctimas de la alucinación etarra.
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