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Esta es la vencedora en el concurso de leyes absurdas que ha organizado el Telegraph en el Reino Unido. Por lo visto, la norma tiene cierta justificación. Parece ser que el parlamento británico está alojado en un Palacio Real. Si a usted le da por morirse en su interior debe saber que, técnicamente, tendrá derecho a un funeral de Estado. Por eso, los ujieres sacan a toda velocidad del recinto a quien de pronto sufre algún desmayo o indisposición…
Ante esto, es inevitable preguntarse cómo operaría una norma así en el Congreso español. Teniendo en cuenta la espléndida duración de las vacaciones parlamentarias y el extraterrestre nivel de absentismo de sus Señorías, en curiosa consonancia con su reconocida pasión por los eventos deportivos televisados, es tan poco probable encontrar un diputado en horario laboral ordinario en el viejo caserón de la Carrera de San Jerónimo como hacerlo en, digamos, el desierto del Gobi a la hora de la siesta.
Por tanto, a falta de políticos, la norma habría de centrarse en el personal administrativo de la casa, así como en los eventuales visitantes y espectadores de las sesiones parlamentarias. En este caso sí existe riesgo real de morir… de aburrimiento.
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