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Es sabido que los tribunales españoles, con el Supremo a la cabeza, mantienen una sin par batalla contra el uso en sus sentencias del punto, esa vulgar cagarruta, y el punto y coma, su banal primo ortográfico. Gracias a esta política de tolerancia cero contra todo signo de puntuación que pueda añadir claridad a las resoluciones judiciales, y por ende, vulgarizarlas de forma intolerable, son posibles párrafos como el que transcribimos a continuación, tomado de esta sentencia del Alto Tribunal. Son 372 palabras sin un solo respiro, sin uno solo de esos ramplones signos que aconseja la Ortografía, esa disciplina para no iniciados en el superior dialecto forense.
Pero ¡alto! Tras recorrer el texto con las gafas de ver, he detectado un subversivo, un quintacolumnista escondido entre las montañas de proposiciones copulativas (con perdón) y frases subordinadas. ¡Que lo detengan antes de que consiga estropear la redacción, haciéndola comprensible para el populacho!
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